Con base en la estabilidad
financiera y por tanto la disminución de las tasas de rendimiento, la era de
los productos financieros está llegando a su fin. No todos los productos
financieros, no seamos fatalistas, sino sólo los productos financieros con alto
componente de ahorro, esto es con rendimiento garantizado, dando vía libre a
los productos financieros con componentes de inversión. Claro que hay vida
después del Dotal.
Hay muchas formas de abordar este
tema, voy a comentar, a mis cuatro lectores como dice Catón, algunas desde mi punto de vista como ingeniero
con treinta años de experiencia en seguros, espero no ofender, al menos no mucho
a los dueños del saber y poseedores de la verdad en la materia, los actuarios,
a quienes respeto y admiro con algunas discrepancias, de esas que le ponen sabor
a las discusiones. Perene conflicto entre producción y ventas que saca a
relucir los mejor de ambos mundos.
Nos engolosinamos con los
Dotales, hay que admitirlo, y cómo no si son y están a punto de “fueron” unos
maravillosos productos bellamente diseñados por los actuarios, llenos de características
técnicas que los vendedores transformamos en bondades y beneficios para los
clientes.
Esta es precisamente la base del
trabajo de los vendedores, transformar las características técnicas del
producto en beneficios para el cliente y algunos buenos vendedores logran
descripciones que rayan en lo poético, despiertan la emoción, ponen los
sentimientos a flor de piel al describir con florido lenguaje las bondades del
producto que promocionan, simplificando con ello la vida de los asegurados.
Lamentablemente todo exceso es
pernicioso, lo sano está en el balance, los extremos son los que perjudican, y
poco a poco, unos primero y luego otros hasta llegar a que casi todos los
agentes de seguros que venden vida, porque los hay que venden vida y no porque
no puedan, sino porque no saben, centramos nuestra oferta en los Dotales.
Con este proceder nos desviamos y
dejamos de ser asesores para centrarnos en ser vendedores con un maravilloso
producto, el Dotal, como el tónico que cura todo ofertado por el buhonero con
su carrera.
Al principio de la era de los
Dotales allá por los ochentas del siglo pasado cuando también inició el ajuste
inflacionario de las sumas aseguradas en pesos, porque al principio no existía
el componente de ajuste, eran sumas aseguradas fijas, estáticas, luego el
primer paso con crecimiento fijo con base en la suma asegurada inicial, para permitir
luego el crecimiento con base en la inflación y sobre la suma asegurada
alcanzada.
Por supuesto que no fue ni fácil
ni sencillo, los actuarios se oponían a todas y cada una de nuestras propuestas
con todos sus argumentos; no se puede permitir un crecimiento variable y menos
aún sobre la suma asegurada alcanzada, es una locura, esto sería exponencial y
no habrá reserva suficiente que soporte esta proyección. Recuerdo que uno de nuestros
argumentos fue la suma asegurada en dólares que se actualiza diario y con base
en algo parecido a la inflación, el deslizamiento de la paridad. Los vendedores
junto con el director de ventas que se esgrimía como dueño de las ideas y se
atribuía los logros, logramos cada cambio.
Cambios, era de cambios, que nuca
pasará ni dejará de cambiar, la única constante es el cambio y la resistencia
al cambio, el temor a lo desconocido. Los primeros, los pioneros, los líderes
luego poco a poco el resto.
Los primeros Dotales en un plazo
que ha gustado mucho, el de veinte años, contenían en sus valores garantizados,
la atractiva proporción de llegar al cien por ciento de recuperación sobre la
suma de las primas pagadas en el año ocho, para un cliente promedio treintañero.
El furor de la venta se contuvo
con las nuevas líneas de producto que movieron este cien por ciento de
recuperación de la prima acumulada al año diez, luego al año doce junto con la
disminución en las comisiones, y sería de esperarse que las nuevas líneas de
Dotales, si es que se les ocurre a los actuarios, se lleven este cien por
ciento de recuperación más hacia el final del plazo.
Se me ocurrió una idea, hacer coincidir
el cien por ciento de recuperación al final del plazo con una combinación entre
Dotal y Temporal. Traté de patentar mi idea como SEREVIDA Seguro Reintegrable
de Vida y me negaron la patente con el argumento de que las fórmulas financieras
no son patentables, bueno al menos lo intenté. http://www.maspatentes.com/seguro-reintegrable-de-vida/
Ahora es tiempo de un nuevo
cambio, de regresar a los básicos, de volver a ser asesores y dejar de ser
vendedores. Esto no es nuevo lleva ya varios años Sobran
vendedores faltan asesores.
Algunos con base en su
experiencia es que diseñan la suma asegurada, plazo y tipo de seguros de vida,
otros con base en cuestionarios con diferentes nombres, detección de necesidades,
análisis de necesidades financieras, yo también diseñé el nuestro http://www.aperfin.com.mx/crafsp.pdf y esto que es la versión simplificada, porque
al diseñar, lo perfecto es enemigo de lo bueno, algunos agentes utilizan cuestionarios
que logran saca varios bostezos y no solo en los prospectos sino en ellos mismos
durante este eterno interrogatorio.
Ahora es tiempo de profesionales,
de asesores, de guardianes de los principios del Seguro de Vida, de verdaderos representantes,
no de una marca o compañía de seguros, de representantes de la esposa, posible viuda,
de los hijos, posibles huérfanos, del mismo asegurado dentro de algunos años
cuando su capacidad productiva se vea mermada con la edad, de prevenir la
fatalidad ante una invalidez, de fondear los gastos para los diferentes
proyectos, sueños y anhelos, porque el Seguro de Vida es el mejor instrumento
financiero que la humanidad ha diseñado con sus inicios en los grupos y
sociedades mutualistas.
¡Claro que hay vida después del
Dotal y la hay en abundancia!
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